En los tratamientos de reproducción asistida, cada detalle cuenta. Una de las fases más importantes en el desarrollo embrionario es el estadio de blastocisto, que se alcanza en los días 5–6 de cultivo. “En este momento, los embriólogos podemos analizar con más precisión la calidad del embrión y estimar sus posibilidades de implantación”, nos explica Yolanda Galiana, embrióloga de VITA
¿Qué evaluamos en un blastocisto?
Para valorar la calidad del blastocisto, se evalúan por un lado las siguientes estructuras embrionarias:
- Trofoectodermo (TE): la “capa exterior” del embrión, que formará la placenta.
- Masa celular interna (MCI): el grupo de células que formará el futuro bebé.
Y por otro lado el grado de expansión del mismo que refleja el tamaño del embrión y su evolución a medida que crece.
El papel clave del trofoectodermo
Un estudio reciente publicado en Reproductive Biomedicine Online ha puesto el foco en el número de células del trofoectodermo visibles en un único plano de imagen. Los resultados mostraron una relación directa con la tasa de implantación y el nacimiento vivo:
- TE A (≥ 14 células): mayor probabilidad de éxito.
- TE B (11–13 células): probabilidad intermedia-alta.
- TE C (≤ 10 células): menor probabilidad, aunque no imposible.
Lo más interesante es que el número de células del TE fue el factor más predictivo de nacimiento vivo, incluso por encima de la masa celular interna.
¿Qué significa esto en la práctica?
La evidencia científica respalda que: los blastocistos de categorías A y B, según la clasificación de ASEBIR o de Gardner, tienen tasas de implantación significativamente más altas que los de categoría C. Cada célula del trofoectodermo cuenta. “Gracias a esta información, los embriólogos podemos seleccionar con mayor precisión el embrión con más potencial, aumentando así las posibilidades de lograr el tan esperado positivo”, concluye Yolanda.
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